Si caes y te levantas

Si caes y te levantas,
¿Es como si no te hubieras caído?
¿O eres fuerte?
Si caes y te levantas,
Si caes y te levantas,
¿Por qué te caes tantas veces?
¿Es que no aprendes?
Si caes y te levantas,
¿Cuántas veces más vas a caerte
para ser consciente
de que caes y te levantas
las veces que haga falta? 
Las que necesitas para soldar tus huesos, 
trenzar tus ramas, escaldar tu herida, 
coser el ansia y escupir el fuego que te atrapa 
cuando sientes que eres la única 
que se cae y se levanta en silencio 
para poder decir, casi sin aliento, 
que ya estás harta.

Si te vas

Si me buscas me encuentras.

Detrás de ti, a la sombra del chopo,

junto al río helado de los veranos de agosto.

Si me das un junco pesco cangrejos,

 agarran con sus pinzas el verde tallo

y me río pensando que ha sido más fácil de lo esperado.

Céntrate. Encuéntrame.

Ven a la orilla y moja tus pies.

Divídete, multiplícame,

entra en mi pensamiento y ábreme.

No quise decir que sí. No quise negarme.

Quise callar, convertirme en un suspiro de tu alma,

en un recoveco oscuro, húmedo e inquieto.

Un trozo de nada con una coraza de plata.

¿Por qué no me dejaste saltar por los aires,

entregar mi vida a las falsas esperanzas?

Crujes por dentro y se me rompe la pena.

Como una naranja sanguina, chorreando su esencia.

Gota a gota resbalando por mis orejas,

oigo tu murmullo, no callas,

necesito pensar y no me dejas.

Si te vas no te buscaré, más allá de la sierra,

 donde crece el cantueso y la hierbabuena.

Si te vas me quedaré muda de tus palabras, me quedaré sin señas,

sin más aliento que tu voz en mis entrañas,

sin más ganas que tú de que yo vuelva.

Por qué

Si decido que voy. Y vamos, todos a una.

Si decido que no. Que aguanto y me quedo.

Si me encojo, encerrada en mí,

conmigo y con todos los que ya no pueden salir.

Si me miro y ya no veo ni la sombra de lo que era,

envuelta en pena, me repito:

esto no puede ser verdad.

Porque si lo fuera tendría que pensar:

¡Maldita la hora en la que confié en que todo iría bien!

¡Maldita la hora en que pensé: espera un poco más!

Y mientras me miro los pies, negros, helados, rotos de hielo y sed,

me tiemblan las manos cuando te cojo en brazos y no quiero ver

que ya hace dos días que dejaste de ser.

Ahogo el llanto por los que quedan,

confiando en que no noten la rabia que se me apodera,

confiando en que no vean mis neuronas chocando

en el cerebro marchito que me han dejado.

Y quisiera cerrar los ojos y sentir tu tacto,

tus manitas de plumas rozar mi rostro.

Cuando suba ¡y ojalá lo haga pronto! me uniré a tu risa

¡Y volaremos alto!

En demasiados lugares, hoy

Mi madre me cogió en brazos y me tapó la cara, escondiéndome entre su bufanda. Sé lo que quería, pero no le hice caso. Encontré un hueco y miré mi casa. La tercera ventana, justo encima de la tienda de Mon. Pero ella no está. La puerta tampoco, solo un montón de piedras y tubos y cristales rotos. Y una bota. Y un gorro rojo, como el que llevaba mi vecina la llorona ayer por la tarde, cuando se hizo de noche y había mucho ruido y a mi madre le dio por cantar muy alto y abrazar a mi padre y recoger cosas. Ratón casi se queda -no cabe en la mochila-, me ha dicho mamá. Pero yo lo he apretado mucho y lo he metido en el bolsillo de mi chaqueta. No puedo dormir sin él. Asusta a mis pesadillas. Podría ir andando. Tengo cinco años. Pero mamá no quiere. Esta mañana la he oído llorar cuando se despedía de papá. Está triste. Pero he cogido una moneda de la mesa de la cocina y, cuando volvamos, le voy a comprar una chocolatina de las que le gustan, con el papel dorado. Pero antes Mon tiene que arreglar la puerta.

Encogida

Oigo algo. ¿Será él?. Creo que no puedo moverme. ¿Cómo va a ser él?. Si te estás quieta no te encontrará. No querrá nada de ti. No se acordará de pedir. Encerrada por voluntad propia. Libros. Libros. Libros. Mejor que escuchar sus palabras encharcadas, la lengua pastosa, el discurso incoherente. Concéntrate en el libro y vuela. Si. Oigo algo. No parece el viento. ¿Habrá seguido mis pistas?¿Vendrá a por mí?¿Y si sale mal?¿Y si lo que pienso es solo lo que pienso yo? ¿Y si me equivoco una vez más?. Y ya son un millón. Hace frío. Mejor espero un poco más y luego veo. ¿Y si se va?

Cinco menos veinte

De repente sueña que construye una casa en lo alto de la más alta montaña.

De repente sueña que la casa vuela, envuelta en llamas, cubierta de brea navegando el salitre de la mar en calma.

De repente sueña y ve que no es ella sino el reflejo de su alma, disfrazada , envuelta de pena.

De repente sueña que una lágrima ahoga su voz, le nubla el entendimiento, le aprieta el gaznate y le dice sonriendo: ¿a qué juegas?

De repente sueña y se sabe despierta, mira la hora y se da media vuelta.

El viaje de vuelta

Todavía era de noche cuando subió al tren. Encogida en el abrigo, sus pequeñas manos apenas asomaban lo suficiente para aferrarse fuerte a la barandilla y respirar hondo. En sus ojos, tan solo dos lágrimas, las últimas que le quedaban después de una noche en vela.

Se sentó lo más lejos que pudo y se arrugó dentro de su abrigo hasta casi desaparecer. ¿O quizá ya había desaparecido? Alba siempre pensó en ese momento. En ese tren. En ese minuto y en ese espacio. En ese viaje de vuelta a casa después de tantos años, en ese camino de felicidad junto al amor de su vida.

Con los ojos bien abiertos de recuerdos, llenos de historias por escribir, la ilusión saliendo a borbotones por todos los poros de su piel. Radiante de futuro, después de tanta miseria, un respiro, un oasis, la felicidad completa. Un minuto eterno.

El cristal se empaña, el tren arranca despacio, Alba se gira y mira atenta la estación. Los abrazos de acogida, las manos despidiéndose emocionadas , el traqueteo acelerando, los campos verdes de trigo , las amapolas flotando. Alba mira y una nueva lágrima asoma a su rostro mientras agarra con fuerza entre sus manos las cenizas de su amor.

A la de tres

Las horas no pasan. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Ni un respiro para intentarlo. Siete, ocho, nueve, diez. Retiro, guardo, congelo. Abro, llave, cierro. Barro, friego, cuelgo el delantal, cojo una barra de pan y un croissant y los envuelvo en papel, bajo la persiana y cruzo la calle.

¿Cuarto b?, ¿cuarto c? una, dos ventanas, tres. Cuarto c. Si. Llamo, tiemblo, espero, tiemblo. Me aparto. Llamo de nuevo, tiemblo, espero. No está. Ya hace dos semanas que no está. Espero sentado en el portal a que aparezca alguien. Salen, sujeto la puerta, me cuelo. Cuarto c. En el buzón un nombre: M. Alliro. Anoto. ¿Será su nombre? ¿el de su familia? ¿el del casero? Subo hasta el cuarto dando zancadas por las escaleras y llamo a su puerta. Espero, pero nadie contesta. En realidad, casi respiro de alivio. No sé qué haría si de repente abriera la puerta. Creo que me quedaría paralizado como un pasmarote, confiando en volverme invisible y desaparecer engullido por un agujero negro.Hace días que no la veo- dice una voz aguda y rasposa.

-¿Sabe dónde ha ido?, me oigo preguntarle.

– No, pero me dejó un sobre y me dijo que se lo diera al primero que preguntara por ella. Pasa un momento, voy a buscarlo.

Abre más la puerta y me invita a entrar, pero el olor a naftalina se me agarra a la garganta y me aturde. Necesito apoyarme en la pared.Le espero aquí, me oigo decir.

Toma, vuelvo a oír, y la vecina me tiende un sobre blanco en el que leo: 2,50.

Me voy sin decir una palabra. Cruzo, abro, subo, abro, cierro, me tiro en el sofá y me doy cuenta de que estoy completamente a oscuras. Enciendo el flexo y huelo el sobre.

¿Por qué hueles el sobre?, me oigo decir.

Para saber si es suyo, atontado, me respondo. Huele a los días de sol. A su falda azul y sus sandalias abiertas. A su pelo castaño recogido en una coleta.

Lo abro despacio, para no romperlo:

A la orilla del mar, donde las rocas rompen la sal, el día que te decidas a buscar.

A tu salud

Me recorre la espalda un rayo

Me parte en dos y me devuelve a la vida

mis dos mitades caminan, cada una, por un lado

sin mirarse de frente, sin darse la mano.

Me parte la vista el relámpago

con su luz infinita invade mi entendimiento

Y me deja sola, pensando,

si esto que sé, es o no cierto,

o es, ojalá, solo un sueño.

Recorren telarañas mi pensamiento

y cientos de grillos invaden mi cordura

cada vez que miro te veo

lástima no haber aprendido a parar el tiempo.

Si corro hacia atrás te veo.

Tu sonrisa, tus palabras, tus juegos.

Si corro hacia atrás igual puedo

volver al momento en que todo empezó a ser cero.

Sé que estarás en mis pensamientos,

en mi imaginación, en mis recuerdos.

Sé que hablaremos de ti y nos reiremos.

Pero también sé que serán cada vez menos

las veces que te hablemos,

y no quiero que el recuerdo borre

todos los buenos momentos.

Deja que piense por un rato

que este verano, como los últimos 20, nos veremos

bajo el sol brillante del suelo extremeño

paseando por la cañada,

mojando los pies en la piscina helada,

tomando una cerveza bien fría

mientras vemos a las niñas disfrutar del tiempo.

Deja que piense en ti por un momento

en que me preguntas “sobrina ¿qué te pongo?”

Y juego a que me rio y te digo, “deja que ya voy yo dentro”.